llueve incongruencia.

La dignidad no consiste en nuestros honores sino en el reconocimiento de merecer lo que tenemos.
-Aristóteles-

A mí nomás me da el corazón pa’ no entender ni madres. ¿se oprime a la banda pa celebrar la Independencia? ¿cuántos miles de tiras pa’ desplazar a los «revoltosos» y limpiar el zócalo pa’ gritarle a los héroes que nos dieron patria y libertad? Que si esos son los que van a educar a nuestros hijos, dicen… la educación, señores, se mama. Que si con faltas de ortografía se atreven a enseñar, reclaman quienes nomás saben obedecer. Que si dañan a terceros, que si mejor se vayan a reclamar a su pueblo, que si nosotros qué culpa tenemos…

Yo leo por todos lados pura incongruencia: quienes se ofenden por lo de los maestros, supuran rencor y sienten lástima o envidia de la vida; quienes están decididamente versus el Estado militan cómodamente desde su ventana, desde su muro; quienes no saben si están a favor de los maestros, pero seguro no del gobierno, escupen bilis por frustraciones diversas que no se atreven a reconocer públicamente. Y sí, la incongruencia es al parecer parte de la naturaleza, como dicen que lo es la violencia… pero me resisto a creer, aunque duela tanto desengancharse de lo que por naturaleza somos.

Sentimientos encontrados tengo, sí… mi tía ha muerto y el cielo sigue llorando; mi madre también llora a su hermana en aquél bosque que la espera. En mis brazos duerme el segundo fruto de nuestro amor, de nuestra lucha continua, de nuestro presente de todos los días. Este río que corre libre hoy se suspende en ese vuelo estático que es el colibrí; este río que corre libre se detiene a libar la vida, la poesía. Me quedo en casa con las luces que iluminan nuestro sendero y a perderme luego en la verde bruma con la que he aprendido caminar emparejada.